miércoles, 27 de agosto de 2008

El Nacimiento

El nacimiento de un ser humano se puede contemplar desde una perspectiva fisiológica o desde una perspectiva emocional (o, por supuesto, desde una perspectiva espiritual). Gracias al trabajo y a las investigaciones del Doctor Michel Odent podemos comprender el proceso y las respuestas fisiológicas del nacimiento, tanto en la madre como en el bebé, que además encajan como piezas de un puzzle con las investigaciones en psicología, tanto a nivel teórico como clínico, especialmente a través de procedimientos terapéuticos que permiten al paciente vivenciar –ver y sentir– hechos concretos acontecidos dentro de su madre y en el nacimiento. Podríamos preguntarnos si estas vivenciaciones son fruto de la imaginación de los pacientes, pero para los que trabajamos con estas técnicas de regresión no cabe ninguna duda de su realidad, puesto que siempre que hemos contrastado los hechos que los pacientes relatan con la versión de madres y padres, se ha comprobado su veracidad. Esto nos ha permitido acceder a cientos de relatos en vivo y en directo de lo que siente un bebé desde el mismo momento de la concepción, así como comprender la influencia que tienen la gestación y nacimiento, no sólo en el presente del bebé y niñ@, sino también en el resto de su vida. Hace tiempo quedó escrito que “En la historia de una persona, su gestación y nacimiento contienen hechos más transcendentales para él, que los ochenta años restantes”. Esta afirmación puede parecer exagerada o incluso falsa, pero una vez se comprende cómo siente un bebé en el útero materno o naciendo, una vez que se comprueba cómo las raíces de nuestra forma de ser más profunda y las causas de patologías o desarmonías que nos afectan de adulto se encuentran en estas épocas de la vida, esta afirmación adquiere el valor de una auténtica verdad.
A nivel fisiológico el nacimiento es un proceso complejo que exige el máximo de los cuerpos del bebé y de la madre. El Dr. Michel Odent demuestra la importancia del estado mental y emocional de la madre para el funcionamiento adecuado de los mecanismos que la naturaleza tiene previstos para el acto de dar a luz. Su implicación es básica para el aprovechamiento del cóctel de hormonas que se generan, entre las que destacan las ENDORFINAS–morfina endógena, que producen madre y bebé– y la OXITOCINA –genera contracciones del útero, induce el amor maternal–, que sólo podrá segregarse si no se produce adrenalina, al ser antagonistas. La adrenalina se produce ante una situación de peligro, de miedo, de inseguridad y ello nos da pistas para pensar qué aspectos debemos cuidar en el entorno del nacimiento. El Dr. Michel Odent aboga por un parto que hay que “mamiferar” en el sentido de respetar el proceso instintivo, natural del nacimiento, a través de la intimidad, la seguridad, la temperatura adecuada, el lenguaje utilizado con precaución, la penumbra.

Desde la perspectiva del bebé, su nacimiento es un hecho de alta carga emocional. Abandona el cálido y protector útero para surgir a un mundo desconocido a través de un camino largo y lleno de obstáculos, que implicará también la independencia vital respecto a su madre, que le ha facilitado todos los nutrientes y el oxígeno necesario para la vida a través del cordón umbilical.

Hoy en día, en la mayoría de los hospitales, algo tan natural como dar a luz se ha convertido en algo “técnico”, frío, olvidándose de que el nacimiento es un acto sagrado donde la madre y el bebé tienen necesidades afectivas y emocionales. No se muestran las diferentes alternativas del nacimiento y menos aún sus ventajas, al contrario, se negativizan alegando riesgos importantes para la madre y el bebé.

Un nacimiento hospitalario “típico” hoy en día es: aparecen las contracciones y al llegar al hospital, tras una larga o corta espera, se inmoviliza a la madre estirada en una camilla, se le practica enema y rasurado, enchufada al gota a gota, con el cinturón de monitoreo fetal y a la mínima se le administra oxitocina (que sólo actuará a nivel muscular, pero no cerebral), con lo cual las contracciones se acelerarán, se harán más intensas y dolorosas (se ha roto definitivamente el proceso natural del nacimiento) y por lo tanto tenemos todos los números para la epidural, fórceps, episiotomía o la cesárea.

Al nacer el bebé es tomado por unas manos enormes, desconocidas, hay gritos, ruido, luces cegadoras, le cortan el cordón umbilical antes de que deje de latir por lo que se asfixia y tiene que esforzarse al límite para poder limpiar sus pulmones y poder inhalar ese aire salvador, pasa de unas manos a otras, se le manipula lavándolo, pinchándole, pesándolo, midiéndolo. Es separado de su madre, en la que ha tenido hasta ahora (toda su vida) su hogar. Para acabarlo de arreglar, no se apoya suficientemente el inicio de la lactancia, sin asesorar a la madre. ¡Vaya recibimiento al bebé!

En los nacimientos en casa, o naturales de los hospitales, el bebé se complace al ser puesto junto a su madre, al cruzar la primera mirada, llena de ternura. El bebé “lee” esa mirada, identifica su sentido de alegría, de amor. Es la mejor de las bienvenidas. El bebé siente el olor, el calor, los latidos del corazón, sobre el cuerpo de su madre. Empieza a respirar tranquilamente, sin ahogos. Ni siquiera nota el corte del cordón umbilical, que ha dejado de latir. Se siente feliz, está junto a su mamá.

También es capaz de acercar su boquita al pezón de ese cálido pecho y empezar a mamar. ¡Aquí sí que se está gusto! El cóctel de hormonas se completa con la prolactina (relacionada con el apego y con el inicio de la lactancia), en donde comienza ese otro camino de dar vida...de dar amor...de dar calor...de dar contención...dando la teta.




fuente: Enrique Blay y retocado por Ceci

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, nos encantan que nos dejen sus comentarios!!!!!
Les gusta el blog? quieren que toquemos algun tema en especial?